Descubrí a Joe Hill un poco por
casualidad, aunque desde entonces he comprado y leído todas sus novelas. No hay
duda que el hecho de ser hijo de Stephen King ha de haberle influido: de entre
todos los géneros literarios posibles, ambos se han decantado por lo que podría
llamar terror cotidiano, en el
sentido de que lo que narran en sus novelas, en general, podría ocurrir en nuestro mundo si
una determinada circunstancia se produjera. Esto ocurre más en el caso del
hijo (al fin y al cabo, tiene una carrera más corta), ya que todas sus novelas
tienen un componente sobrenatural (los espíritus en El traje del muerto, el diablo en Cuernos y un mundo imaginario real
en el caso que nos ocupa), mientras que el padre ha escrito novelas de terror
perfectamente reales (así, a bote
pronto, se me ocurren Cujo, El juego de Gerald, La larga marcha, Rabia, El perseguido, Misery…).
Algo que también tienen en común ambos
escritores es el hecho de que sus novelas enganchan, y que están dispuestos a
eliminar a personajes importantes con los que el lector puede haberse
encariñado sin el menor escrúpulo. Se diferencian, al menos en esta novela, en
que el efecto bola de nieve es menos
apresurado. Stephen King suele empezar despacio para ir acelerando gradualmente
y llegar al desenlace cuando quedan relativamente pocas páginas; en cambio,
Hill dedica prácticamente la segunda mitad del libro a contarnos el
enfrentamiento definitivo entre Manx y Vic.
Cuando leía el libro me dio la
impresión de que era una obra que podría haber escrito perfectamente King (esto
es un elogio). No diré que un King primerizo, porque la primera obra que
publicó –Carrie-, por estilo y
estructura, era francamente impresionante, pero sí un King que no hubiera
alcanzado todavía la consolidación de su estilo. Por otra parte, el nudo de la
villanía en la obra –un coche y su conductor unidos en una suerte de simbiosis
demoníaca- me recordó a Christine.
También como King, Hill introduce de
refilón referencias a sus novelas anteriores (unas más claras, otras más
elípticas), pero además lo hace a algunas obras de su padre (entre las que pude
reconocer inmediatamente, a It y Doctor Sueño).
Finalmente, y en cuanto a la edición
española, hay algunos errores de puntuación y redacción, y un desliz bastante
llamativo: en la página 168 se dice ¡El
Wraith, es el Wraith!, cuando asumo que debería decir ¡El Espectro, es el Espectro!, ya que a lo largo de toda la novela
es así como aparecen tanto el vehículo como su conductor.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!