Es muy común en los seres humanos
exigir a los demás unas ciertas conductas mientras que el que exige no las
sigue. Esta realidad tiene varios ejemplos en el refranero español: del dicho
al hecho hay un gran trecho, haz lo que digo y no lo que hago, una cosa es
predicar y otra dar trigo, consejos vendo que para mí no tengo…
Recientemente, y tras los atentados en
París, Arturito Menos se ha
solidarizado con Francia, pero criticó el humor deliberadamente ofensivo. Es una lástima que no haya actuado igual
cuando en la televisión pública que pastorea se llega a asesinar en efigie al
Rey de España, o cuando la locutora principal de Cataluña Radio equipara a Rajoy con los yihadistas.
La única justificación que se me
ocurre es que, en el segundo caso, la susodicha no estaba haciendo un chiste,
sino que hablaba en serio; mientras que en el primero no pasa nada cuando el
que ofende deliberadamente es un necionanista
catalán. Porque si ocurriera a la inversa, los gritos de rabia llegarían hasta
el último cimborrio de la Sagrada Familia… por lo menos.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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