De una década para acá, poco más o
menos –y en paralelo con la caída en picado de la calidad artística de las
películas de Almodóvar, niño mimado de la industria cinematográfica
estadounidense y niño odiado de la
llamada Academia Española del Cine… o como se llame-, las películas
seleccionadas por España para optar a la nominación al Óscar a la mejor
película en lengua no inglesa (no hablemos ya de optar al Óscar mismo) se
quedaban en eso, en seleccionadas para optar.
Un año más, la cosa ha seguido los
mismos derroteros. La Academia española selecciona una película –este año, Vivir es fácil con los ojos cerrados-
que sólo les interesa a ellos, y reciben un soplamocos en todos los morros a las primeras de cambio. Y hasta el año próximo.
Cuanto antes entiendan que los
norteamericanos conciben el cine como una industria, y no como un arte (al
menos, no principalmente como un arte), mejor les irá. Aunque no tengo muchas
esperanzas de que ocurra, ni tampoco demasiados deseos: me desaparecería una de
las risas tradicionales de finales de año…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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