Si hace no demasiado señalaba que la andalulideresa del PSOE se desmarcaba de
las posiciones más radicales de su formación regional, ahora resulta que da una
de arena (supongo que la cal es la buena y la arena la mala, aunque nunca lo he
tenido demasiado claro) y se descuelga diciendo que no es legítimo ni razonable que la Iglesia ponga a su nombre la mezquita de Córdoba.
Es lo que ocurre cuando uno (o una) se
ha dedicado a medrar en el partido, en lugar de formarse académicamente y
adquirir unos conocimientos que le eviten meter la pata hasta el corvejón. Porque
el que la Iglesia ponga a su nombre
la Catedral (que no mezquita: por mucho que el edificio fuera construido por
musulmanes, el culto que se celebra desde hace casi ocho siglos –mucho más de
lo que fue musulmana- es católico) de Córdoba es tan legítimo como razonable.
Legítimo porque, como ha señalado el cabildo catedralicio, la titularidad se posee desde 1.236; y razonable porque, precisamente, el inmatricular (o, como
diría un lego en la materia, poner a su
nombre) no concede la titularidad, sino que permite hacer valer una
titularidad preexistente erga omnes.
Pa’
tós, que diría
Susanita.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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