sábado, 14 de febrero de 2015

Ajo, agua y resina

Soy del Español desde que recuerdo. Primero, porque me gustaba el nombre: eso de que un equipo de fútbol llevara el nombre de mi país era bonito. Luego, en mi etapa de furibundo antimadridismo, porque el Español, además de ser uno de los históricos del fútbol español (y el único de ellos que ha bajado alguna vez a Segunda División), es el equipo que le ha metido al Real Madrid la mayor goleada de su historia (un ocho a uno en la temporada 1929-1930; además, en la 1950-1951 le metió un siete a uno, dato del que me acabo de enterar al redactar esta entrada). Finalmente, por costumbre y comodidad; dado que es un club más bien modesto, cualquier cosa que supere el asegurar la permanencia lo antes posible es una satisfacción añadida.
Por eso, cuando leí la noticia de que la policía autonómica vasca había indicado a aficionados pericos que la bandera de España está prohibida en San Mamés porque es un símbolo que incita al odio, me alegré por el hecho de que un equipo que no sea de Madrid lleve banderas nacionales (y más, un equipo catalán). Pero cuando me encontré con que una sección secesionista de la afición blanquiazul dijo que cantar ‘Viva España’ en Bilbao es una provocación, pensé que eso ya es el acabóse.
Si algún odio incita la bandera nacional, es el de los terroristas y filoterroristas. Si algo provoca cantar una canción compuesta por belgas, es espumarajos de rabia en esa misma gente. Los españoles que amamos a nuestro país soportamos sus gritos de viva a ETA, sus aullidos de independencia en el segundo catorce del minuto diecisiete de cada partido, sus mentiras y sus falsificaciones de la historia. Eso sí que es provocar. Eso sí que es incitar al odio.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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