Los que más reclaman para sí la
libertad de pensamiento son, con frecuencia, los que menos la toleran en los
demás.
Por un lado, los Chunguitos, un dúo de cantantes gitanos, gente humilde y sin gran
formación académica –o esa impresión dan, al menos- manifestaron en televisión que
preferían un hijo deforme o enfermo a maricón. Estoy seguro de que si hubieran empleado los términos homosexual o gay, las hordas bienpensantes se les habrían echado encima
igualmente.
Por otra parte, el escritor francés
Michel Houellebecq defendió, al publicar su última obra –que plantea el escenario
a menos de una década vista de un presidente musulmán en Francia que precipita
la islamización del país- el derecho de cualquiera a ser islamófobo.
Dejando aparte el hecho de que eso sí
que es honrar el dicho de Voltaire al que me refería hace pocos días, la
llamada islamofobia no es en la civilización occidental sino el nombre que los
políticamente correctos aplican al puro y simple instinto de supervivencia.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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