Hace
un par de semanas saltó la noticia de que un grupo de jóvenes de extrema
izquierda habían pegado una paliza a una chica en Murcia. A pesar de lo que
pudiera parecer, la cosa no fue condenada por los popes pensantes de la progresía: Guillermo Toledo aplaudió la paliza como autodefensa, un tal Manuel
Jabois que no tengo el disgusto de conocer dijo que la paliza tenía un por qué, y la periodista del hígado
(en eso ha devenido la que parece era una buena profesional; será que el plagio
tiene esas cosas) fue cazada por un micrófono abierto diciendo que la agresión
le parecía bien que le hubieran partido la cara.
¿Por
qué ocurrió esto? ¿Por qué nadie condenó la agresión? ¿Por qué las asociaciones
feministas mantuvieron la boca cerrada? Pues porque, se dijo, la agredida era de
ideología neonazi, e incluso había participado ella misma en agresiones como
autora.
Sin
embargo, se supone que vivimos en una democracia. Imperfecta, pero democracia
al fin y al cabo. Y una de las características de las democracias, además de la
participación del pueblo en la toma de decisiones políticas –por más que tanto neocom como necionanistas se desgañiten mencionadola- es el imperio de la Ley y
el monopolio de la violencia por el Estado. Porque si empezamos a dar palizas a
los que dan palizas, por mucho que se lo merezcan, acabaríamos todos a hostias.
Una
última reflexión: ¿qué habrían dicho Guillermo, Manuel y Ana Rosa si la
agredida hubiera sido, por un suponer, una joven podemita, una necionanista
o, incluso, una nekane de cualquier p-eta, aunque esa hipotética agredida
hubiera, también ella, propinado paliza a fascistas
y reaccionarios? ¿Lo considerarían también
autodefensa, pensarían que el acto
tenía un por qué y les habría
parecido bien que le hubieran partido la cara?
Algo me dice –la experiencia, probablemente, y el
ser un mal pensado, también- que la respuesta es un triple NO.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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