sábado, 11 de febrero de 2017

Rabieta infantil

La democracia española no es perfecta. Ninguna lo es, en realidad, pero la nuestra adolece de un grave defecto. Tal defecto no es –aunque sea real- la deficiente separación de poderes (en ningún país es completa, sobre todo entre el legislativo y el ejecutivo), sino la partitocracia que impregna, o tiende a impregnar todas y cada una de las estructuras del Estado, desde el Gobierno de la nación hasta el más pequeño y recóndito de los municipios. Y afecta a todos los partidos, tanto los antiguos como los nuevos, los de izquierdas y los de derechas, los constitucionalistas y los secesionistas.
Por eso, cuando el Partido Popular y el Socialista se reparten la renovación de los miembros del Tribunal Constitucional, si el Partido Nacionalista Vasco les dice que se coman con patatas el alto tribunal, no es porque tenga un concepto más puro y elevado de la institución, sino lisa y llanamente porque no se le ha invitado a participar en el reparto.
Quizá otro día desarrolle la idea algo más en profundidad, pero creo el problema del Tribunal Constitucional –por alguno hay que empezar- se solucionaría siguiendo el ejemplo de Estados Unidos y haciendo vitalicios a sus miembros. Por ejemplo.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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