Recientemente ha fallecido, por lo visto, uno de los fundadores del Partido Socialista (o de los Socialistas) de Cataluña, esa extraña formación política con voz y, sobre todo, con voto en las decisiones del Partido Socialista Obrero Español que, sin embargo, no tiene voto alguno, y a duras penas voz, en las actuaciones de la formación regional.
Esta esquizofrenia organizativa ha producido situaciones como que mientras el PSOE, al menos de boquilla, se oponía a la celebración de un referéndum secesionista, el PSC apoyaba esa celebración, o cuando menos mantenía una cuidadosa equidistancia entre ambas posturas; equidistancia que no era tal, puesto que ese es un típico ejemplo del quien no está conmigo está contra mí, como ocurre en el caso del terrorismo y los terroristas: si no se está en contra del mismo y con las víctimas, se está con el mismo y contra las víctimas.
Semejante tibieza ideológica ha conducido a los socialistas catalanes, en apenas una década, de ser un partido con opciones de gobernar la comunidad autónoma, a cosechar unos resultados parejos a los de la franquicia regional del PP (es decir, malos de solemnidad). Cualquier dirigente con dos dedos de frente rompería amarras con semejante rémora y refundaría la federación socialista catalana; sin embargo, en el desnortado PSOE actual ha triunfado la tesis contraria (al parecer, patrocinada por el astuto Rubalcaba), y se ha decidido que mantenga su estatus con leves cambios.
Es como el fumador que padece cáncer de pulmón y decide seguir fumando, sólo que con boquilla. Para lo que les va a servir, al fumador y a los socialistas…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
Postdata: Esta entrada hace la número tres mil de las publicadas. No está nada mal, la verdad...
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