Que los políticos mientan es algo asumido, incluso por ellos, desde que la Víbora con cataratas (mienmano dixit) soltó aquello de que las promesas electorales se hacen para no cumplirlas. Ahora bien, lo de decir una cosa y la contraria en el lapso de un par de semanas, y pretender que nos creamos las dos, es algo exclusivo de los progres de este país.
Tomemos, por ejemplo, a la inefable Doña Rojelia. El 9 de Enero aparecía un artículo en el que se recogían unas palabras suyas, lamentando la desidia enorme de los madrileños:
Cuando voy andando al Ayuntamiento recojo a lo mejor hasta cinco o seis latas que la gente tira, y las tira al lado de una papelera. Eso no se puede tolerar.
Sin embargo, el 25 de Enero se recogía su intervención en una jornada organizada por ONU. La regidora madrileña quiso comenzar su intervención asegurando que:
Madrid está muy bonito, está limpio; aunque oiréis lo contrario, no es verdad y está precioso
Dejando aparte el hecho de que, según algunos, no dijo oiréis, sino oyáis, ¿cómo es que en sólo dieciséis días se ha solucionado la desidia enorme de los madrileños? Cuando, por otra parte, la experiencia de los que vivimos en la Villa y Corte es que parece que, por una vez, alguien de izquierdas ha dicho la verdad. Pero sólo por una vez: cuando dijo que los madrileños somos unos guarros.
Lógicamente, los guarros viven en una cochiquera. Que por definición, es un lugar que no es ni bonito, ni limpio, ni precioso. Al menos, para los seres humanos (normales).
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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