Los
socialistas españoles afirman, a través de sus hechos, que consideran que en la
contienda política vale todo… siempre y cuando sean ellos los que lo empleen.
En cambio, contra ellos no vale nada, y cualquier critica que reciben, aunque
esté fundamentada en la realidad más terca, lo convierten siempre en un ataque ad hominem (o ad mulierem, según el caso).
Tomemos,
por ejemplo, el caso del antiguo presidente de la Junta de Comunidades de
Castilla-La Mancha, antiguo ministro de Defensa y antiguo presidente del
congreso (también antiguo aspirante frustrado a la secretaría general de su
partido, pero ese es otro tema). Junto con sus conmilitones, contribuyó al
acoso y derribo de su predecesor en dos de los cargos que ha ocupado, por el
modo (francamente mejorable, esa es la verdad) en que gestionó el accidente del
Yak-42. Sin embargo, él no sólo fue negligente, sino que según todos los
indicios mintió (como suelo decir, un socialista coincide con la verdad
únicamente por accidente), cuando un helicóptero Cougar se estrelló en Afganistán. Según él, por accidente; según
otras fuentes, por un ataque talibán.
Cuando
se marchó del ministerio, se llevó papeles oficiales; papeles que, por lo
tanto, no le correspondían; papeles que, según él, obtuvo tras forzar un
armario porque no le daban la llave; papeles que ahora amenaza con hacer públicos si el PP no le pide perdón (él, que tiene tanto por lo que ser
perdonado); papeles que la actual titular del ministerio ha tenido que
reclamarle por burofax.
Lástima
que no llevara a la práctica eso de prefiero
morir a matar que dijo cuando era ministro.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!
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