En
tanto en cuanto que no saboreaban las mieles del poder, a los neocom se les llenaba la boca
denunciando el uso partidista que los partidos de la casta hacían de lo público, ya fueran bienes, instalaciones o
medios de comunicación. Sin embargo, una vez apoltronados en las poltronas, los
perroflautas han demostrado ser tan castizos como el que más, y se han lanzado
a una vorágine partidista (empezando por los enchufes a familiares, amigos, conocidos
y parejas presentes y pretéritas, y continuando por todo lo demás) de tal
calibre que parecen estar intentando compensar el tiempo en que no pudieron
hacerlo.
Cuando
se anunció la intención de montar una emisora municipal de radio (bautizada
rápidamente como Radio Carmena por
quienes no comulgamos por las ideas de doña
Rojelia y su pandilla de sectarios) muchos tuvimos claro que lo que
pretendían crear era una fuente de adoctrinamiento ideológico, por más que sus
promotores juraran y perjuraran (más lo segundo que lo primero, visto lo visto)
que lo hacían con voluntad de servicio público (o expresión equivalente, ahora
no recuerdo los términos exactos… tengo cosas más interesantes de las que
ocuparme).
Hace
un mes, la estríper asaltacapillas, al tiempo que la emisora atizaba a uno de
sus demonios ideológicos (el presidente de Estados Unidos, Donald Trump)
admitía que en la emisora podían colarse
cuestiones políticas.
Vamos
a ver: si es lógico. No en vano, ya Aristóteles definió hace más de dos
milenios al ser humano como zoon politikón, como animal político. Lo que es estúpido es negarlo y, más aún,
intentar que todos se traguen semejante negación.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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