Una
vez más, el Fútbol Club Barcelona ha llegado, desgraciadamente, a la final de
la Copa del Rey de Fútbol. Y digo desgraciadamente
porque, de unos años a esta parte –prácticamente, desde que la entizad
rojiazul se convirtió en el rey de Copas,
destronando al anterior monarca de la
competición, el Athletic de Bilbao- parece que las copas estuvieran llenas del
más potente aguardiente y el mismo se les hubiera subido a la cabeza, porque a
lo que se dedican en cada final –y no hablemos ya si el rival es el rey destronado- es a silbar el himno del
país en cuyas competiciones participan y a la persona cuyo nombre lleva el
trofeo que aspiran a conseguir.
También,
año tras año, reclaman que la final se celebre en el Santiago Bernabéu. No soy
del club de Chamartín (pero sí que he devenido pro merengue con los años), pero
me parece de lo más coherente que una entidad cuyo nombre incluye el adjetivo Real y cuyo escudo nimba una corona real
–si bien, por aquello de los complejos mercantilistas, decapiten la cruz cuando viajan a países musulmanes- no esté por la
labor de acoger semejante aquelarre antiespañol.
Y
me da lo mismo si la afirmación de que en esas fechas el estadio estará en obras es cierta o no. Lo que cuenta es no darles el gusto a los culerdos y a su
afición, una de las peores de España.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario