Como
casi todo en la historia reciente del PSOE, cualquier opción era mala. Eso fue
lo que pensé cuando leí la noticia de que, finalmente, Susana Díaz anunciaba
que se presentaba a las primarias del PSOE. Porque si no se presentaba –después
de tanto amagar con hacerlo, como ocurrió con Ma Chacón hace unos años-, iba a quedar marcada para los restos. Y
si lo hacía, puesto que los que votan son los militantes, lo más probable es
que Pdr Snchz le pegue un revolcón de
padre y muy señor mío, porque capacidad de estrategia política, lo que se dice
capacidad, Susanita tiene más bien poca tirando a ninguna. No hay más que ver
las únicas elecciones a las que se ha presentado, que las convocó para asegurar
la gobernación (que no la gobernabilidad, maldito palabro) de Andalucía y resultó que obtuvo unos resultados peores
que los precedentes, sólo atemperados por la debacle popular, que de tocar con
los dedos el ocupar el palacio de San Telmo pasó a quedar a gran distancia del
primero. Que tratándose de Andalucía es, por norma, el PSOE. Eso es un régimen,
y no el del Generalísimo.
Pero
repasemos, repasemos la sucesión de catastróficas decisiones que ha tomado el
PSOE, siempre forzado a optar entre lo malo y lo peor.
En las últimas primarias se presentaban tres candidatos: el a la postre vencedor, Pdr Snchz, que lo único que tenía era buena planta y un odio visceral a la derecha; Eduardo Madina, una víctima de un atentado terrorista que, sorprendentemente, siente simpatía por los de la banda del hacha y la serpiente; y un tercero cuyo nombre no recuerdo, probablemente el más intelectual y éticamente potable de los tres (para lo cual tampoco es que hubiera que correr demasiado, la verdad; respecto a lo último, hablamos del PSOE, y respecto a lo primero, Rodríguez dejo el partido convertido en un erial intelectual). Como nada ha cambiado desde los tiempos del Felipe, capullo, queremos un hijo tuyo, la militancia eligió al guaperas… y ya vimos cómo le fue, de derrota en derrota hasta el desastre final, rompiendo suelo electoral tras suelo electoral (y mira que parecía difícil).
Antes de eso, la duda era entre el hijo de P y Ma Chacón. La segunda, una veleta sin principios (tan pronto estaba con el que proclamaba a la mierda la puta España como era ministra de Defensa), y sin más cualificación que ser mujer y esposa de uno de esos empresarios de izquierdas del que, además, creo que acabó divorciándose. El primero, una figura no del ayer, sino del anteayer, menos listo de lo que la fama le atribuye y válido más para operar entre bambalinas que a la luz de los focos (o, para decirlo en términos ciclistas, un gregario y no un jefe de filas). Eligieron a este último para que se estrellara después del Zapaterato y, naturalmente, se estrelló.
Una década antes, las opciones eran cuatro: el inane Rodríguez, el trapacero Bono, la soberbia (me refiero al pecado, no a la calidad) Díez y esto me viene grande de todas todas Fernández. Cualquiera de las cuatro opciones era mala: a las dos mujeres la cosa les venía grande (no por ser mujeres, sino porque no habían sido cabeza de nada), el manchego era un amoral sin principios ni vergüenza y el castellanoleonés unía a las características del manchego un complejo de inferioridad que sublimó reabriendo las heridas de la Guerra Civil. Ganó dos elecciones, sí, pero a costa de trufar de menos que medianías el gobierno y el partido, y de dejar la formación del puño y la rosa (ya lo he dicho) como un erial en lo que a nivel intelectual se refiere.
La irrupción del Calígula circunflejo se produjo como consecuencia del desastre provocado por Almunia al unirse electoralmente a los comunistas, lo que dio como resultado la mayoría absoluta del PP. Y es que, forzados a elegir entre Borrell (incontrolable por exceso de ego) y Almunia, las bases eligieron al primero, mientras que el aparato optó por el segundo. Tras una cefalea de campeonato provocada por la bicefalia, el aparato optó por lo que podríamos llamar capitoctomía y optó por el manejable. Con los resultados ya indicados.
Un cuarto de siglo antes (aquí paro, más que nada porque no conozco más datos), la opción era entre un vasco honrado (todo lo honrado que puede ser un socialista) y un andaluz trapacero. Ganó el andaluz, y las mujeres empezaron a pedirle hijos.
Una nota final. Esta es, obviamente, una de esas noticias que se saltan la norma general de que la noticia más antigua es la que primero se publica. Y lo es porque, de publicarse cuando tocara, lo haría dentro de tres semanas largas. Y a saber qué habrá ocurrido para entonces…
En las últimas primarias se presentaban tres candidatos: el a la postre vencedor, Pdr Snchz, que lo único que tenía era buena planta y un odio visceral a la derecha; Eduardo Madina, una víctima de un atentado terrorista que, sorprendentemente, siente simpatía por los de la banda del hacha y la serpiente; y un tercero cuyo nombre no recuerdo, probablemente el más intelectual y éticamente potable de los tres (para lo cual tampoco es que hubiera que correr demasiado, la verdad; respecto a lo último, hablamos del PSOE, y respecto a lo primero, Rodríguez dejo el partido convertido en un erial intelectual). Como nada ha cambiado desde los tiempos del Felipe, capullo, queremos un hijo tuyo, la militancia eligió al guaperas… y ya vimos cómo le fue, de derrota en derrota hasta el desastre final, rompiendo suelo electoral tras suelo electoral (y mira que parecía difícil).
Antes de eso, la duda era entre el hijo de P y Ma Chacón. La segunda, una veleta sin principios (tan pronto estaba con el que proclamaba a la mierda la puta España como era ministra de Defensa), y sin más cualificación que ser mujer y esposa de uno de esos empresarios de izquierdas del que, además, creo que acabó divorciándose. El primero, una figura no del ayer, sino del anteayer, menos listo de lo que la fama le atribuye y válido más para operar entre bambalinas que a la luz de los focos (o, para decirlo en términos ciclistas, un gregario y no un jefe de filas). Eligieron a este último para que se estrellara después del Zapaterato y, naturalmente, se estrelló.
Una década antes, las opciones eran cuatro: el inane Rodríguez, el trapacero Bono, la soberbia (me refiero al pecado, no a la calidad) Díez y esto me viene grande de todas todas Fernández. Cualquiera de las cuatro opciones era mala: a las dos mujeres la cosa les venía grande (no por ser mujeres, sino porque no habían sido cabeza de nada), el manchego era un amoral sin principios ni vergüenza y el castellanoleonés unía a las características del manchego un complejo de inferioridad que sublimó reabriendo las heridas de la Guerra Civil. Ganó dos elecciones, sí, pero a costa de trufar de menos que medianías el gobierno y el partido, y de dejar la formación del puño y la rosa (ya lo he dicho) como un erial en lo que a nivel intelectual se refiere.
La irrupción del Calígula circunflejo se produjo como consecuencia del desastre provocado por Almunia al unirse electoralmente a los comunistas, lo que dio como resultado la mayoría absoluta del PP. Y es que, forzados a elegir entre Borrell (incontrolable por exceso de ego) y Almunia, las bases eligieron al primero, mientras que el aparato optó por el segundo. Tras una cefalea de campeonato provocada por la bicefalia, el aparato optó por lo que podríamos llamar capitoctomía y optó por el manejable. Con los resultados ya indicados.
Un cuarto de siglo antes (aquí paro, más que nada porque no conozco más datos), la opción era entre un vasco honrado (todo lo honrado que puede ser un socialista) y un andaluz trapacero. Ganó el andaluz, y las mujeres empezaron a pedirle hijos.
Una nota final. Esta es, obviamente, una de esas noticias que se saltan la norma general de que la noticia más antigua es la que primero se publica. Y lo es porque, de publicarse cuando tocara, lo haría dentro de tres semanas largas. Y a saber qué habrá ocurrido para entonces…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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