martes, 25 de junio de 2013

Ah, la humildat

Si por algo he llegado a detestar al Fútbol Club Barcelona en los últimos tiempos, además de por su creciente aproximación a los postulados separatistas, es por su profunda hipocresía. Basta con atender a sus palabras para saber de qué carecen.
Así, proclaman que ellos nunca critican a los árbitros, cuando no hacen otra cosa cuando pierden. Blasonan de saber ganar (y perder), cuando sus Madrid, cabrón, saluda al campeón resuenan cada vez que ganan un título (y cuando lo pierden los gritos –y las tonterías, como la de Javier Hernández diciendo que el Bayern, habiéndoles endosado siete goles, no les ha pasado por encima- llegan hasta Plutón y más allá). Y se proclaman humildes, cuando la soberbia les rebosa por los poros.
Ejemplo de esto último ha habido dos casos en los últimos días. Primero fue el entrenador, Vilanova, al que uno pensaría menos endiosado que a Guardiola, el que ha señalado que La dificultad ha sido no tener a nadie detrás en la Liga. Dejando aparte la inexactitud evidente –puesto que iban los primeros desde el principio, detrás tenían… a todos los demás-, el hecho es que cuando vieron la Liga en el bolsillo levantaron el pie del acelerador de manera ostensible. De lo contrario, sus números al finalizar la temporada habrían sido de auténtico escándalo y difícilmente superables, mientras que lo que ha ocurrido es que se han limitado a igualar los puntos del eterno rival y han quedado lejos del récord anotador, a pesar de la voracidad goleadora del enano hormonado… o precisamente por ella.
El segundo ejemplo se lo debemos al inefable Rosell, presidente del puticlub. Cuando Mouriño, en la presentación como entrenador del Chelsea, proclamó que su tarea fue acabar con la hegemonía del Barcelona, Rosell se apresuró a señalar, dándose por aludido, que la hegemonía del Barcelona dura ya cinco años. Pero, de acuerdo con la RAE, hegemonía es Supremacía de cualquier tipo, y supremacía es Grado supremo en cualquier línea. Vamos, que hegemonía viene a ser dominio indiscutido, para hablar en plata. Y el Barcelona sí fue hegemónico al comienzo de la etapa Guardiola, cuando conquistó todos los títulos posibles en un año (hasta seis). Sin embargo, desde entonces no ha conseguido repetir la proeza (eso sí habría sido una hegemonía de verdad) y, desde luego, el entrenador portugués sí que ha terminado con el complejo que atenazaba al Madrid en sus enfrentamientos con los rojiazules: cuando salían al campo la cuestión no era si ganarían o perderían, sino de cuántos perderían. Cosa que ha terminado. Claro, que a lo mejor en culé, quedar segundo en la Liga, o ser eliminado en semifinales de la Copa de Europa y del Rey, es ser hegemónico…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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