domingo, 23 de octubre de 2016

Dios salve al Reino Unido

Desde ya aquellos lejanos tiempos de con razón o sin razón, mi país es lo primero, Inglaterra siempre ha tenido a gala el ir, como diría uno de mis hermanos, a su puta bola. Otro ejemplo sería el famoso chiste de hay niebla en el canal… el continente ha quedado aislado, que puede ser sarcástico pero que, a buen seguro, refleja bastante fielmente una cierta manera de pensar.
Los británicos entraron en la Comunidad Económica Europea, puede decirse, tarde, mal y nunca. Sí, nunca, porque no acabaron de integrarse completamente ni en las instituciones europeas ni en las implicaciones de la unión económica.
Hace meses se celebró, por fin, el tan anunciado referéndum sobre la salida del Reino Unido de la Unión Europea (lo que se venía conociendo como brexit). Para sorpresa de algunos, ganó el voto favorable a la salida (no por mucho, es cierto, pero la verdad es que salió), lo que no ha supuesto, ni mucho menos, la marcha inmediata de los británicos (una especie de me voy, me voy… pero de momento me quedo).
Eso sí, algunas propuestas al tiempo xenófobas y estúpidas empezaron a tomar cuerpo, como la de obligar a las empresas a elaborar listas con los trabajadores no extranjeros que tuvieran en nómina. En su ombliguismo arrogante, los británicos probablemente no se dieran cuenta, no ya de que en un mundo globalizado es muy difícil sobrevivir económicamente si te aislas, sino de que, en un efecto bumerán, los demás países (especialmente los de la Unión, que no sé si serán con los que tiene relaciones económicas más estrechas, pero que a buen seguro son importantes) podrían hacer exactamente lo mismo con ellos.
Afortunadamente (para ellos), parece que han reculado y que no obligarán a ejecutar semejante medida. Pero no perdamos la esperanza: cuando un grupo humano se dedica a mirarse el ombligo, es capaz de las mayores estupideces. Para muestra, los necionanistas catalanes.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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