Ya es bastante malo que el desgobierno socialcomunista no haya hecho nada para atajar la propagación y consecuencias de la pandemia de la Covid-19, y que lo que haya hecho sea poco, mal y tarde.
Pero
es que, además, tampoco permite que los demás hagan cosas. Quizá por temor a
quedar en evidencia como los inútiles criminales que son, quizá por ese afán
totalitario tan de la izquierda, el hecho es que no dejan que las demás
administraciones, no digamos ya la iniciativa privada, aporten sus esfuerzos.
Es
el caso de las farmacias, establecimientos casi ubicuos -en mi barrio, casi lo
único que hay en mayor número son bares- que lamentan que no les permitan hacer más contra el coronavirus. Se han ofrecido para hacer test rápidos, e incluso
como centros de vacunación. Pero por el momento, salvo una excepción, el
proyecto piloto lanzado en las farmacias de Orense donde se han realizado test
a varios miles de personas, las farmacias siguen sin participar activamente en
el rastreo y vacunación de los ciudadanos.
Y
aunque en algunas autonomías algo comienza a moverse -Madrid, Andalucía… anda,
qué casualidad, si gobierna la derecha, como en Galicia-, no hay una estrategia
decidida a nivel nacional como piden los farmacéuticos para incorporarlos como
un actor más en la cadena de detección y prevención de la covid-19. Desde las
agrupaciones de farmacéuticos achacan las trabas a la lentitud y la
burocracia. Y mientras, la gente sigue muriendo.
Por ello, y por mucho más…
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