lunes, 16 de noviembre de 2020

Él

Si en los partidos tradicionales, de estructura piramidal y carácter monolítico, uno nunca puede estar seguro de cuándo uno de tus compañeros (como decía aquél: están los adversarios, luego los enemigos y luego los compañeros de partido) te la va a clavar por la espalda, en los nuevos partidos, más de aluvión, no te puedes fiar ni de tu sombra.

No hablemos ya de los neocom. A pesar de presentarse bajo unas siglas comunes, son en realidad una ensalada de movimientos, mareas (porque van y vienen, supongo), confluencias, plataformas y agrupaciones, sin olvidar a los paleocom de toda la vida. Y como son más de izquierdas que nadie, se consideran también más hiperlegitimados que nadie para hacer lo que les venga en gana. Al fin y al cabo, esas cosas de la legalidad, el ordenamiento jurídico, las normas… no son más que pamemas burguesas, algo propio de la vieja política que a ellos no les afecta.

Lo malo es cuando la gente abandona la alargada y oscura sombra que proyecta el líder único. Y si esa gente lo hace, además, resentida, o sintiendo que hay agravios no resueltos, es cuando empiezan a salir cosas interesantes. Como que una amiga de Chepas tramitase las obras de su casa y propusiera al arquitecto para remodelar la sede del partido, remodelación que, según declaración en sede judicial, fue un fraude.

O que una exsenadora neocom de Podemos diga, negro sobre blanco, que la Fiscalía tergiversa la realidad, que las donaciones a la caja B del partido no eran voluntarias y que es trascendental la consideración del delito de administración desleal.

Eso sí, teniendo en cuenta que el nombre oficial de la caja B de los neocom era caja solidaridad, y que la solidaridad bien entendida empieza por uno mismo, sólo queda determinar quién es ese uno y el mismo.

Quizá quien da título a esta entrada…

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

P.D.: Voy a reproducir el primer párrafo de un artículo que he encontrado buscando al autor de la frase que menciono al principio de la entrada:

Winston Churchill le dijo en una ocasión a un joven parlamentario británico que debutaba en las lides parlamentarias que recordara siempre que sus peores enemigos no estaban en la bancada de enfrente (donde se situaban los laboristas), sino en la fila de atrás (donde se encontraban sus compañeros de partido). El primer canciller alemán, Konrad Adenauer, uno de los padres de Europa, vino a expresar lo mismo unos años después: “Hay tres tipos de enemigos: los enemigos a secas, los enemigos mortales y los compañeros de partido”. Con su cinismo, otro primer ministro, el italiano Giulio Andreotti, hizo la siguiente distinción entre los seres humanos: “En la vida hay amigos, conocidos, adversarios, enemigos y compañeros de partido”.

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