En su afán por regularlo absolutamente todo, esa panda de burócratas en la que hace mucho se convirtió la Unión Europea -antes incluso de serlo, cuando se trataba sólo de la Comunidad Económica Europea- se ha lanzado a un campo que desconocen absolutamente.
Me refiero a la morcilla y, más
concretamente, la de Burgos (para mí la única morcilla de verdad, las
demás son otra cosa, pero no son morcilla). Es que, por no tener, los demás no
tienen un término equivalente que le haga merecida justicia a tan delicioso manjar:
black pudding lo he visto yo traducido en un conocido local de restauración de la propia provincia castellana.
Pues bien, la Unión Europea se ha metido a
regular cuánto debe medir la auténtica morcilla de Burgos. Ni me voy a molestar en leer el artículo. Es como si
yo, por ejemplo, me pongo a regular el tráfico aeroespacial.
Algo sobre lo que, probablemente, tenga más conocimientos que los burrócratas sobre el embutido.
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