Susana
Díaz es un animal de partido, alguien acostumbrada al trabajo de pasillos, las
puñaladas traperas y la lucha subterránea, no a la confrontación abierta. La prueba
está es que cuando se ha presentado por única vez a unas elecciones, las
perdió. Sí, el PSOE fue la formación más votada (es casi la norma en Andalucía
en los últimos cuarenta años), pero perdió escaños en unos comicios que
anticipó para, precisamente, lo contrario.
Finalmente,
se ha decidido a dar el paso, cruzar Despeñaperros y luchar por la secretaría
general del partido. Algo teóricamente fácil, ya que enfrente tiene a un inane
(pues no otra cosa es Pachi Nadie) y
a alguien que ha destrozado vez tras vez el suelo electoral socialista (y eso
que ya partía de niveles subterráneos). Sin embargo, el panorama es otro.
Porque
resulta que en Andalucía no es todo un edén. De hecho, nada es un edén. La corrupción,
sistemática y endémica –ese sí que es el partido
más corrupto de Europa, y no el PP, como dicen los del progretariado-, y las protestas sanitarias –parece que no sólo en
las comunidades regidas por el PP hay mareas
blancas- están enturbiando la campaña de la líder esa.
Como
votante del PP, me parece que Susanita sería lo menos malo para el PSOE: las
otras dos opciones suponen la fagocitación por los neocom, si gana Sin vocales,
o la prolongación de la agonía, si gana Sin
títulos. Lo cual no quiere decir que no esté disfrutando enormemente con
esas luchas intestinas –qué lejos quedan las peleas a navajazos del Felipato- del partido de la mano y el
capullo (el puño y la rosa, quiero decir).
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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