Los
partidarios del presidente turco se enfurecieron hace unas semanas cuando, con
motivo de los comicios neerlandeses, el candidato de extrema derecha les
comparó con los nazis. Sin embargo, los paralelos son, a mi parecer, más que
evidentes.
En
ambos casos de partía de una república parlamentaria tras una monarquía
autocrática. Una democracia, imperfecta si se quiere, pero democracia al fin y
al cabo. En ambos casos, un individuo con ansias de poder se encaramó a la jefatura
del gobierno por medios absolutamente democráticos, a través de las urnas. En ambos
casos, el mismo individuo accedió posteriormente a la jefatura del Estado. En ambos
casos, el individuo de marras fue concentrando más y más poder, siguiendo
siempre los mecanismos legalmente establecidos (al fin y al cabo, controlando
los resortes por los que se elaboraban las leyes).
La
única diferencia es que en apenas década y media, la República de Weimar había
nacido y muerto, mientras que la Turquía de Mustafá Kemal ha necesitado de todo
un siglo para perder sus rasgos de democracia. Bueno, eso y que Erdogan no ha
acometido un genocidio. Al fin y al cabo, ya lo hicieron sus compatriotas haceun siglo…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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