Cuando
Cristina Cifuentes –personaje al que no tengo una especial simpatía,
probablemente por ir de progre en un
partido de maricomplejines- declaró
en una entrevista que en las reuniones con hombres hacerse la rubia ayuda a conseguir más (es decir, hacerse la
tonta, la ingenua, la corta de luces), todo el feminazismo progre patrio se le echó encima, acusándola poco menos
(o sin poco menos) que de denigrar a las mujeres y retroceder décadas, cuando
no siglos, en la lucha por la igualdad entre los sexos (que no entre los
géneros, pandilla de incultos).
Si
se hubieran parado a pensar siquiera un instante (entendiendo por pensar usar el cerebro para algo más que
para rellenar la cavidad craneana) se habrían dado cuenta de que, con su comentario,
a quien deja a la altura del betún la presidente de la comunidad autónoma de
Madrid es a los varones, que en cuanto ven a una mujer (presuntamente) tonta se
despistan y pican como pardillos.
Pero
claro, pedir razonamientos a las que sólo saben rebuznar es como pedir peras al
olmo…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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