Ya
se celebraron las primarias para la secretaría general del PSOE –en la que
había que optar entre el pasado simple, el pretérito imperfecto y el pretérito
indefinido- y ya sabemos que quien ganó fue el pretérito imperfecto. Sin
embargo, en su día se produjo el debate entre los candidatos –lo que me
permite, al comentarlo, traer a colación la metáfora anterior, que se me quedó
pendiente al comentar los resultados de los comicios internos-, en la que
además de navajazos y vaguedades los aspirantes hablaron de lo que de verdad le
importa a los españoles, y no sólo a los mil y un tontos socialistas: me
refiero, por supuesto, a los impuestos.
Y
ahí no mostraron diferencia ninguna. Como buenos socialistas (lo de buenos, entiéndaseme, no hace referencia
a su bondad intrínseca, sino a lo acendradamente socialistas que eran los
tres), propugnaron aumentar la presión fiscal. Susana Díaz pidió la armonización fiscal y acabar con el dinero en metálico… pero armonizando al
alza, no a la baja; Pedro Sánchez dispararía la recaudación en setenta mil millones de euros, que se dice pronto; y Francisco López admitió que es necesario auditar el gasto público para frenar el despilfarro… pero también
defendió más impuestos.
Así
pues, variaciones sobre un mismo tema. Nihil
novo sub sole.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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