Precisamente
el Sábado por la noche volví a ver Love
actually. En una de las escenas el primer ministro del Reino Unido,
intepretado por Hugh Grant, proclama en una comparecencia ante la prensa, y
ante el presidente de Estados Unidos, interpretado por Billy Bob Thorton, que puede que seamos un país pequeño, pero somos
un gran país.
Viene
esto a cuenta de que aunque el Reino Unido ya no sea una potencia mundial, y
mucho menos que, como dice el himno, Britania gobierne los mares, en algunas
cosas siguen comportándose como si lo fueran. Son como esos matones que, aunque
ya no sean tan poderosos como solían, disfrutan todavía amedrentando a aquellos
que se dejan amedrentar por ellos.
Tradicionalmente,
España ha sido uno de esos amedrentados. Quizá no hayamos estado al nivel del
Reino Unido en los últimos dos siglos, pero sí hay una cosa en la que somos, o
podríamos ser, más fuertes que ellos: el Peñón, la Roca… Gibraltar. Si mantuviéramos
una postura firme (y digna, además), y obligáramos a los gibraltareños a
valerse por ellos mismos (o a depender exclusivamente de la metrópoli), no
irían tan de sobrados por la vida.
Por
eso, y aun ignorando las razones que motivaran que una embarcación española siguiera a submarino nuclear británico en aguas sedicentemente gibraltareñas,
me alegro. Y me alegro mucho más por la reacción que ha provocado en las
tierras de su graciosa majestad. Reproduzco aquí apenas una frase:
Es un claro ejercicio de ruido de sables de Madrid, que vuelve a flexionar sus músculos por el disputado enclave británico.
Teniendo
en cuenta que dctr Snchz no tiene los
redaños suficientes para flexionar sus
músculos frente a los golpistas catalanes, es más que dudoso que sus
dídimos le alcancen para enfrentarse a John Bull. Pero es divertido ver que se
mosquean porque entremos en unas aguas que son suyas sólo de facto, pero no de
iure.
Y
es que, de acuerdo con el Tratado de Utrech, Gibraltar no tiene legalmente
aguas…
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