Los
neocom españoles concitan en sí dos
rasgos que me repelen profundamente: una ignorancia prepotente y una grosería
estridente. Ambas circunstancias –que comparten con los golpistas catalanes y
sus cómplices, los recogenueces vascos- se pusieron de manifiesto el pasado mes
de Diciembre, con ocasión de los actos del cuadragésimo aniversario de
aprobación de la Constitución Española.
En
tales fechas, es costumbre que Su Majestad el Rey de España se dirija a ambas
cámaras en sesión conjunta (aquí me estoy columpiando, pero si estuviera aquí
mi hermano pequeño le diría ¿Lo ves? Así
se marca uno un farol). En tal acto, el Chepas
y sus secuaces ni saludaron ni aplaudieron al Rey, reprochándole que no hablara
de cunetas. Al menos, añado yo,
tampoco habló de checas ni de fosas comunes, así que no sé de qué se quejan
estos desgraciados.
Luego,
en su acto alternativo, volvimos a
tener un magnífico ejemplo de ese sentido de la oportunidad que caracteriza a Junior que, tan campanudo él, proclamó
que la mejor vacuna para que las
conquistas sociales de las mujeres tengan combustible es un nuevo movimiento
republicano, al tiempo que añadía que hay una crisis de la virilidad como actor político. Eso lo dice el que coloca y
quita mucamas en puestos de responsabilidad, el heredero de la ideología que en
su añorada segunda república se negó con uñas y dientes a conceder el derecho
de sufragio activo a las mujeres porque, decían, estaban dominadas por los
curas, el que tiene enfrente a una heredera al trono de España y el que
manifestaba que desearía azotar a una determinada periodista hasta que sangrara.
Para
remate: el flamante símbolo republicano
que se habían sacado de la manga los neocom,
una especie de Marianne a la española
(podríamos llamarla Maruja), resultó
ser el logo, apenas retocado, de un diseño comercial pensado para salones de belleza… adquirible al irrisorio precio de nueve
euros y medio.
Si
es que son cutres hasta para eso.
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