Las
siglas PETA son el acrónimo de una organización cuyo nombre en inglés es,
aproximadamente, People for an Ethic
Treatment of the Animals, es decir, Gente por un Tratamiento Ético de los
Animales. Probablemente la coincidencia con la palabra inglesa para designar a
las mascotas (pet) no sea casual; o
quizá sí porque, como veremos, las tonterías de las que es capaz esta gente parecen
no tener límite.
Al
principio, que yo sepa, sus campañas consistían en que personalidades conocidas
(generalmente mujeres y no precisamente anoréxicas; Pamela Anderson protagonizó
varias) aparecían desnudas (o estratégicamente cubiertas con vegetales) bajo el
eslogan I’d rather go naked tan wear furs
(preferiría ir desnuda que llevar pieles).
Imagino por tanto que Lady Gaga, al menos en una parte de su carrera, no
despertaría muchas simpatías entre ellos.
Más
tarde protagonizaron otras campañas. Ignoro si la de manchar con sangre
(sintética, espero) prendas hechas de piel (piel con pelo, porque siempre se
trataba de prendas peludas) era suya,
pero supongo que sí. Sin embargo, la última de la que he tenido noticia riza el
rizo de la estupidez más ridícula.
Resulta
que han criticado, por especistas,
frases hechas como matar dos pájaros de
un tiro, coger el toro por los
cuernos, ser un conejillo de indias
y otras que son de difícil traducción al español (al menos, difícil para un
servidor).
Lo
más sarcástico (llamarle irónico
sería quedarse corto) es que la organización mata de media al 85% de los
animales que tiene a su cuidado en el refugio de su sede central en Virginia,
según desvelan cifras oficiales de los últimos veinte años, o que llegó a
aceptar un acuerdo extrajudicial para pagar 50.000 dólares a una familia por
quitarles su chihuahua y matarlo sin autorización.
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