domingo, 26 de marzo de 2017

El oasis era un albañal

Probablemente España no sea mucho más corrupta que (como suele decirse) otros países de nuestro entorno. Recordemos que a Italia se la llamó Tangentópolis, y que todo un jefe del Estado en Francia se vio implicado en el caso de unos diamantes entregados por el autócrata del (por entonces) Imperio Centroafricano (el caso de Chirac creo que es diferente, pues aunque se ha visto pringado me parece que se refiere a su etapa como casi sempiterno alcalde de París).
Dicho lo cual, si hay dos regiones en España en el que la corrupción está enquistada a nivel de la administración autonómica, esas dos regiones son Andalucía y Cataluña. Y lo son porque, desde el infausto día en el que se dio el pistoletazo de salida al sistema de las autonomías, en ambas regiones se ha mantenido invariable la ideología imperante: la socialista al Sur de Despeñaperros, la nacionalista al Este de Aragón. Bien es cierto que en este último caso durante ocho años no fue un partido abiertamente nacionalista el que estuvo al frente del gobierno regional, pero no es menos cierto que los que lo sustituyeron se habían mimetizado ideológicamente tan a la perfección que fue peor el remedio que la enfermedad.
Así las cosas, en la región en la que se denunció en sede parlamentaria la corrupción institucional –y no pasó nada- algunos ya se atreven a acusar directamente a políticos en ejercicio (aunque inhabilitados). Eso sí, el acusado reacciona como de costumbre y echa la culpa a los poderes del Estado. Y cuando se le exigen explicaciones en sede parlamentaria, dice que todo es mentira y que mantiene su confianza en su extesorero.
Pues si non é vero... que lo es, según todos los indicios…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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