viernes, 13 de septiembre de 2019

Que sigan así

Ya hablaremos, cuando toque, del fracaso de crítica y público que ha supuesto el espectáculo secesionista catalán en su fiesta grande este año. Sin embargo, es algo que se veía venir.
Como dije hace días, el nacionalismo es una ideología, en general, destructiva. Cuando tiene un enemigo exterior a él, es ese enemigo contra el que se dirigen sus afanes violentos. Pero cuando, por la razón que sea –enemigo destruido, enemigo indiferente, enemigo incólume-, desaparece ese enemigo, el nacionalismo se vuelve contra sí mismo, y emprende una purga de los elementos que considera desafectos.
Lo malo, para ellos, es que cada grupúsculo considera como desafectos a los demás: los exaltados, porque los demás son demasiado tibios o contemporizadores; éstos, porque estiman que a aquéllos la cabeza les huele a pólvora y que pueden arruinarlo todo con su comportamiento desmedido; etcétera.
Hace diez días, en Suiza se reunieron los cabecillas de las distintas facciones golpistas catalanas: Cocomocho, Chistorra, Rovira, los Clicks Unidos de Playmobil, la sedicente asamblea sediciosa, los de Totum Revolutum… Más allá de las palabras huecas, los tsunamis y demás zarandajas, lo que creo que hay es que todos quieren ser el líder, el nuevo Moisés que encabece la marcha del pueblo escogido (ellos) hacia la tierra prometida de la independencia y demás metáforas bíblicas aplicables.
Y claro, cuando todos quieren mandar, nadie hace caso.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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