martes, 22 de octubre de 2019

La superioridad inmoral de la izmierda

Precisamente este fin de semana comentaba con un conocido al que no venía en persona desde hace cosa de una década la expresión que da título a esta entrada. La izquierda, Dios (o Marx) sabe por qué, se ha auto atribuido una superioridad moral de la que, evidentemente, carece. Sólo en el primer tercio de este mes que ya encara el último tuvimos dos ejemplos.
El primero fue el de la alcaldesa de Móstoles, que a pesar del evidente y continuado nepotismo –mira tú que es casualidad que cuando la izquierda busca candidatos para un puesto de libre designación, los más cualificados siempre resultan ser parientes, pareja o amigos del designante-, aireado en los medios de comunicación, se aferraba de tal modo a la poltrona (según el titular, estaba envalentonada y se negaba a dimitir) que la franquicia madrileña de su partido (los de la mano y el capullo) tuvo que instar a la dirección federal que la suspendieran de militancia como paso previo a su expulsión del partido.
Y luego está lo del concejal neocom del ayuntamiento capitalino, que tuvo que dimitir tras ser acusado de acoso sexual (hombre, para emplear un lenguaje políticamente correcto y acorde con los tiempos, habría que hablar de acoso general, o genérico, digo yo, pero no sé cuál de las dos expresiones suena peor) por su propio grupo.
Nada, nada: orquídeas que crecen en el estiércol de la izquierda.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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