Bueno,
por fin salió la sentencia del golpe de Estado perpetrado en Cataluña hace
ahora un par de años. Y, como de costumbre, no ha contentado a casi nadie,
salvo a los de siempre. Lo cual es una mala noticia, por un lado y por el otro.
Pero vamos por partes.
La
sentencia condena a los procesados por sedición, no por rebelión, a pesar de
que el sentido común (y el Código Penal, lo que es más importante) indican que
se trata de un delito de rebelión: hubo violencia y se pretendió alterar el
orden constitucional.
Naturalmente,
Vox –que, al fin y al cabo, es parte en el proceso- anunció que recurriría la
sentencia y dijo la del barquero: que es una vergüenza para España y para el Supremo.
¿A
quién le ha gustado la sentencia? Pues sólo a Sin vocales, que ha felicitado al Tribunal. Francamente, este
hombre es tonto o no se entera: no le va a hacer ganar puntos con los golpistas
y sus partidarios (luego diré cómo han reaccionado), tampoco con los votantes a
su derecha (ni siquiera, espero, con los del partido pomelo que, al fin y al cabo, nació como una reacción
contra el secesionismo… aunque vaya usted a saber qué son ahora), y mucho menos
con los que se encuentran a su izquierda (que, según todos los indicios, son
filogolpistas; eso si, haciendo caso a las malas lenguas, resulta que son parte
del contubernio).
¿Y
cómo han reaccionado los golpistas? Pues más de lo de siempre: agrediendo a personas con los signos patrios de España, cortando el tráfico o exigiendo
reuniones con la primera y la segunda autoridad del Estado (Chistorra, como tantos otros, no acaba
de enterarse de que el Rey reina, pero no gobierna; claro, como no se han leído
la Constitución ni por el forro…) y calificando la sentencia de acto de venganza.
No,
majadero, no: vengarse sería colgaros a todos por las pelotas, o daros el
matarile, como hacía vuestro reverenciado Companys entre golpe y golpe de
Estado. Lo que ha hecho el Supremo es una caricia por el lomo a la fiera, a ver
si así se amansa… cuando lo más probable es que la fiera siga intentando morder
la mano que la acaricia.
Porque
de caricia cabe calificar el hecho de que los condenados podrán obtener el tercer grado aunque no hayan cumplido la mitad de la pena.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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