domingo, 27 de agosto de 2023

Polvos y lodos

Allá por la segunda mitad del siglo XIX, un débil mental y su hermano montaron toda la superchería del identitarismo vasco, con hallazgos del nivel de considerar que Kepa era Pedro porque vería del arameo Cefas, que fue el nombre con que nuestro Señor Jesucristo bautizó a Simón hijo de Jonás.

Como un siglo después, dicen las malas lenguas que en algunas sacristías de Vascongadas alumbró una nueva camada de secesionistas, menos proclives al trapicheo o más a la acción violenta, que con la excusa de la dictadura franquista comenzaron a matar y secuestrar a diestro y siniestro (más a diestro que a siniestro, todo sea dicho, que entre alimañas se muerden lo imprescindible). Cuando se les acabó esa excusa siguieron matando y secuestrando a diestro y siniestro, aunque algunos aragoneses consiguieron con el tiempo que no perpetraran sus crímenes en esa región de España en la que se habla el dialecto del occitano que se empleaba en Barcelona.

Con el tiempo, en parte por la acción de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, y en parte por las cesiones de la izquierda española, siempre a la par cobarde y tendente a aliarse con cualquier enemigo interno o externo de España, los asesinos dejaron de matar y los criminales de secuestrar. Educadas en el odio, el sectarismo y la mentira, las nuevas generaciones cada vez les votaban más -el éxodo de los vascos españolistas sin duda ha contribuido al auge de los del hacha y la serpiente-, y era sólo cuestión de tiempo que sobrepasaran a aquellos de los cuales derivan y que se dedicaban a recoger las nueces que caían del árbol que ellos sacudían.

Y ahora, crecidos, los del partido de los terroristas no tienen rebozo en cerrar la puerta a que los epígonos del orate puedan presidir el Congreso de los Diputados porque, dicen, no está sobre la mesa.

A saber qué sí está sobre la mesa…

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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