Esta novela de John Grisham presenta
varias características nuevas en su obra. Para empezar, el protagonista (el
héroe, podríamos decir, si dicho héroe no fuera alguien condenado a prisión,
aunque sea por un delito que no ha cometido… o eso dice él, puesto que la obra
está narrada en primera persona) es un negro. Además, como ya he dicho, se
trata de alguien condenado por un delito; aunque en libertad trabajara como
abogado, la trama de la novela no se desarrolla en el ámbito judicial, y los
letrados aparecen como personajes bastante secundarios. Finalmente, la novela
hace honor a su título en español y hasta el final el protagonista no descubre
todas sus cartas.
A todo lo anterior hay que sumarle la
(relativa) brevedad de la novela, que hace que se lea con rapidez. Muy alejada
de todo el entramado judicial habitual en las novelas de Grisham, resulta muy
entretenida.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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