El segundo volumen de
la serie de Ana Shirley continúa en la línea del primero, si bien con la lógica
evolución del personaje principal, antes una niña y ahora una adolescente. Sin
abandonar del todo su tendencia a no ver las cosas en prosa, como dice la
autora, el choque con la realidad va modificando los puntos de vista de Ana
hacia posturas más prácticas. Por otra parte, el personaje sigue empeñado en
arreglar la vida de aquellos que la rodean, ya sea individualmente (como es el
caso de la señorita Lavendar) o a nivel de todo el pueblo.
Aún tratándose de
literatura juvenil, o quizá precisamente por eso, la obra plantea temas de
calado que un lector adulto puede percibir por debajo de la aparente
superficialidad del relato.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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