Se mire como se mire, el aborto es un asesinato. Y como el asesinato de seres humanos ya nacidos, en algunos casos puede haber circunstancias atenuantes, pero lo que no cabe en ningún caso –y no sólo desde un punto de vista cristiano, sino puramente ético- es liberalizarlo completamente, y mucho menos considerarlo un derecho, como tan alegremente proclama el progretariado español.
Es por eso un motivo
de alegría para cualquier persona decente libre de prejuicios ideológicos sobre
la materia que el gobierno del Partido Popular, cumpliendo (por una vez) una
promesa de su programa electoral (programa que, no se olvide, fue el que le
granjeó el voto mayoritario de los españoles) haya iniciado los trámites para la reforma de la legislación sobre la materia, que tras el paso de Bibiana Aido
por el Ministerio de Igualdad (sí, aquella que dijo que un feto de trece semanas es un ser vivo, pero no un ser humano) se
había convertido en una especie de licencia indiscriminada para asesinar
nonatos.
Porque vamos a ver:
si el aborto es un derecho, como
dicen feminazis y retroprogres, ¿por qué la izmierda, en sus dos décadas de gobierno
en España, no ha despenalizado completamente el aborto hasta un segundo antes
del parto? ¿No será porque saben que, a pesar de todas sus proclamas
altisonantes, un aborto es un asesinato?
Naturalmente, el
PSOE, con el hijo de P al frente, se ha puesto a vociferar consignas como que
la reforma elimina el derecho de las mujeres (olvidando que el nonato también tiene derechos, el primero de
ellos a la vida) y que quien no tenga
recursos para abortar va a pasar a la clandestinidad. Y, en una nueva
muestra de ese afán revanchista y matonesco que impregna su actuación política
desde su mismo fundamento, ha proclamado que Hay que hacer que paguen por esto.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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