Voy a decirlo claramente: Rosa Díez no me cae bien. No sólo por su actitud egocéntrica y repelente, como si en ella y su partido se concentraran todas las esencias de la democracia y los demás fueran una panda de corruptos… que lo son. Pero quien más quien menos, todos tenemos un pasado, y la política vasca de coloración capilar cambiante no iba a ser menos.
Y aquí radica, precisamente, la razón de mi antipatía. En esto, como en otras cosas de la vida, tengo una memoria bastante larga. Recuerdo, por ejemplo, cuando hace cosa de treinta años el Partido Nacionalista Vasco no fue la fuerza más votada en las elecciones autonómicas, sino que lo fue el Partido Socialista. Recuerdo también que el PSOE, en un mal entendido criterio de contribuir a la paz social (o expresiones semejantes) cedieron la presidencia del consejo de gobierno al partido fundado por el racista y orate Sabino Arana. Recuerdo que en aquel consejo de gobierno, la cartera de turismo la ocupaba una tal Rosa Díez. Recuerdo que el eslogan para animar a visitar las provincias vascongadas era ven y cuéntalo. Recuerdo que en aquellos años ETA asesinaba sin piedad y sin tregua. Recuerdo que el insigne Antonio Mingote realizó uno de sus editoriales gráficos en los que unía la figura de un asesinado y el eslogan de turismo. Y recuerdo que la antedicha consejera interpuso querella criminal, o amenazó con hacerlo, contra una de las pocas personas que concitaban el cariño unánime de todos los españoles.
Recuerdo que no mucho después la querellante era cabeza de lista de los socialistas en las elecciones al parlamento europeo. Recuerdo los espacios de propaganda electoral cedidos a los partidos políticos. Y recuerdo a la cabeza de lista vomitar una serie de tópicos rancios, trasnochados y falsos contra la derecha que hacían que el peón de albañiiiiiiiiiiiiiil de Alfonso Guerra pareciera una oración de ursulinas.
Por ello, no me extraña que hayan fracasado las conversaciones para llegar a un pacto electoral entre las dos formaciones, una a la derecha y otra a la izquierda, que quieren reformar la situación política sin cargarse el sistema. No me extraña tampoco que por parte de Ciudadanos se eche la culpa a Rosa Díez, que quiere ser la niña en el bautizo, la novia en la boda y la muerte en el entierro. Y, finalmente, tampoco me extraña la salida de pata de banco de uno de los segundos de la Díez, que ha manifestado que ve a Ciudadanos echando los tejos a Bildu y al Ku-Klux-Klan. Quizá le ha traicionado el subconsciente, pensando en lo que él sí sería capaz de hacer…
Dicho todo lo cual, me parece que el trato que el presidente del Gobierno dispensa en sede parlamentaria a la mandatodo de UPyD no está justificado, y que haría mejor empleando sus malos modos contra quienes son los verdaderos enemigos (que no adversarios, que eso lo son todos).
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!