La vigente Constitución española es
francamente mala. Por lo que leí en su día, los legisladores constituyentes
podían elegir entre realizar la última de un sistema antiguo o la primera de uno
nuevo. Nada sorprendentemente, se decidieron por la primera opción.
Pasando a la experiencia práctica, del
estudio de la Constitución saqué la conclusión de que era mala de solemnidad. Prolija,
confusa, con elementos innecesarios unas veces y peligrosos otras (las nacionalidades y regiones, sin ir más
lejos), la chapuza que supone ser fruto de un consenso mal entendido y la pretensión
ilusa de contentar a los que jamás estarán satisfechos dan como resultado una
norma suprema que nació ya agonizante.
Si a esto le unimos que pocos en
general, y ningún político en particular, se la hayan tomado en serio, no
resulta nada sorprendente su prolongada vigencia, sólo superada por la de 1.876.
Probablemente, porque nadie se la ha tomado nunca demasiado en serio.
Sin embargo, entre señalar todo lo que
antecede y decir que es una mierda media un abismo. Mayor todavía si se
considera que lo primero lo digo yo, un particular, mientras que lo segundo lo
dice un representante del Gobierno andaluz. Lo cual dice bastante de la
catadura de los representados, la verdad.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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