Los secesionistas catalanes, como
cualquier grupo nacionalista, son enormemente egocéntricos. Creen que todo el
mundo gira alrededor de ellos y sus cuitas, que todos están preocupados por
ellos, que todos están deseando ayudarles y que todos les comprenden. Menos los
malvados españoles, por supuesto.
Por ello, cuando en los anuncios del
discurso navideño del presidente ruso, Vladimir Putin, se deslizó una estrellada (esa especie de hijo bastardo
entre el escudo de la Corona de Aragón y la bandera de Cuba), pensaron que el
ex agente de la KGB les diría unas palabras de apoyo.
Nada más lejos de la realidad. No es
que no les apoyara, es que ni siquiera hizo mención a esa esquinita del Norte de España. Y no es para menos: alguien tan
centralista como Putin, que ha tratado sin contemplaciones cualquier intento de
alejamiento de la órbita del Kremlim, ya sea Chechehia o Ucrania, nunca diría
nada que pudiera alentar cualquier tipo de separatismo, porque ello sería
intepretado como un paso atrás en sus posturas dentro de su propio país.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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