Las diferentes versiones del refrán atribuyen en solitario a niños, locos y borrachos la cualidad de decir la verdad. Yo prefiero reinterpretar el adagio popular y considerar que lo que esos tres sujetos sueltan por esa boquita que Dios les dio no es exactamente la verdad, sino más bien lo que piensan. Es decir, infantes, orates y beodos no son veraces (necesariamente), sino sinceros, honestos y nada hipócritas.
Por ello, cuando el muy hipócrita centrocampista charnego del Farça dice que, si en su día gritó ¡Viva España! (le agradezco que cite la despedida de mis entradas) sería porque quizá venía de tomar unas cervezas, lo que está implicando es que el alcohol fruto de la fermentación de la cebada eliminó sus inhibiciones, desató su valor y le permitió expresar lo que verdaderamente siente su corazón.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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