No sé demasiado bien lo que significa
la expresión borbonear, pero una cosa
sí que tengo clara: no me gusta en absoluto lo que implica, quizá porque rime
con verbos como mangonear o culebrear. Probablemente esté
relacionado con ese trato que se atribuye a los Borbones en las distancias
cortas, campechano, llanote y tal –yo diría que a partir de Isabel II o quizá
de su padre, porque antes, la verdad es que no me cuadra demasiado…-, tan
alejado de los formalismos que debería imponer un puesto como la Jefatura del
Estado.
Del actual monarca se ha predicado
mucho ese comportamiento, no siempre para bien (desde mi punto de vista).
Parecía que el Príncipe de Asturias, quizá por la influencia germánica de su
madre, era algo más formal en ese aspecto. Sin embargo, su visita de hace un
mes a Cataluña finalizó con el encargo de facilitar el diálogo entre Cataluña y España.
¿Facilitar? ¿Diálogo? Es difícil
dialogar con alguien que pretende saltarse (que, de hecho, lleva décadas
saltándose) la legalidad a la torera. ¿De qué vas a hablar? ¿De cómo vas a
seguir permiténdole que haga su santa voluntad? ¿Y cómo se coloca en plano de
igualdad a España y Cataluña, el todo y una de sus partes? Aquí no hay nada que
facilitar, ni dada que dialogar. Y si el Príncipe se presta a ello, mal vamos…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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