Por mucho que se porfíe, nada ha
cambiado demasiado (nada a mejor, desde luego) en relación a ETA y, por
extesión, a Vascongadas. Sí, es cierto que ETA, de momento, no está matando. Tampoco
es que les haga falta, puesto que tienen bastante bien asido aquello que
siempre han buscado, esto es, el poder. Aún no lo tienen completamente, pero
camino van de ello.
Por ello, resulta irónico que Urkullu
se despache diciendo que en España sólo saben decir que no. De boquilla, quizá, pero es que hay cosas ante las que
sólo cabe negarse, salvo que se desee caer en el mayor de los descréditos. Sin embargo,
del dicho al hecho hay un gran trecho, como dice el refrán, y los hechos de Madrid desmienten sus buenas
palabras. ¿Cómo, si no, explicar las sucesivas concesiones a los brazos
políticos de los terroristas, cuando el sentido común y la más elemental de las
prudencias clamaban a gritos por su ilegalización?
Y, mientras, los terroristas evacúan
(nunca estuvo mejor empleado el verbo) comunicado tras comunicado, sin que su lenguaje varíe: hablan de condiciones
objetivas para avanzar hacia la soberanía, acusan a Madrid y París de
bloqueo y piden la unión entre abertzales.
Y mientras, siguiendo la errada senda
emprendida en Cataluña, es el ministro de Exteriores el que se ocupa del tema,
diciendo, para empeorar las cosas, que el Gobierno está dispuesto a dialogar…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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