La situación que se está viviendo en
Ucrania me recuerda poderosamente a lo que aconteción en Europa hace ahora tres
cuartos de siglo. En efecto, una gran potencia, en busca de recuperar el
esplendor pasado al que considera que tiene derecho, influye en territorios
ajenos pero que considera como suyos, mientras que las democracias occidentales
hacen poco, o poco de manera efectiva, lo que contribuye a reforzar en su
postura al expansionista.
Sin embargo, algunas cosas no son
exactamente iguales. Aunque más débil que Rusia, Ucrania no es exactamente como
la Checoslovaquia o la Polonia de los años treinta del siglo pasado, y así el
hecho de que haya aprobado un decreto para iniciar operaciones militares en el Este del país es algo que debería ser tenido en cuenta… salvo por el hecho de
que, por así decirlo, tiene el enemigo dentro, y parte de sus efectivos
militares son más pro rusos que pro ucranianos.
Por otra parte, en esta ocasión los
Estados Unidos (dirigidos por esa especie de versión café con leche de nuestro
circunflejo) no se han mantenido completamente al margen, y han enviado efectivos navales al Mar Negro ante el aumento de la tensión.
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