Cuando los miembros del clero español
(me refiero al católico, claro, confesión mayoritaria en España) no actúan
exclusivamente en el ámbito espiritual sino que se inmiscuyen en la vida
política, tomando posición en concreto a favor de las tesis nacionalistas,
olvidan el significado original del término católico, esto es, universal.
Y esto ha ocurrido tanto entre el
clero vasco –desde los curas trabucaires hasta los sucesivos arzobispos de San
Sebastián, con el infausto Setién a la cabeza de la fila- como el catalán,
seguidista en términos generales de las tesis secesionistas (España nos roba,
Cataluña es una nación milenaria y demás pamemas).
Finalmente, parece que el Vaticano ha
tomado cartas en asunto y les ha planteado a las dos monjas cojoneras (que se dedican a opinar más de lo humano que de
lo divino) una disyuntiva: o política o religión.
La Iglesia prohíbe a curas y monjas
participar en partidos políticos, pero estas dos monjas se han pasado la
admonición vaticana por el forro del hábito: mientras una participaba en un acto electoral con Arturito Menos y
el (efímero) alcalde convergente de la ciudad condal, la otra se postulaba para ser la Ada Colau de la Generalidad.
En lo de desobedecer normas sí que
tiene práctica, la reverenda…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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