El concepto de igualdad es entendido
de distinta manera por la derecha y por la izquierda.
La derecha considera que la igualdad
consiste en una igualdad de oportunidades, esto es, en una no discriminación:
sería el concepto que viene recogido en la Constitución Española de 1.978,
cuando establece en su artículo 14, creo que es, que todos los españoles son
iguales ante la Ley sin que pueda establecerse discriminación alguna.
La izquierda, en cambio, tiene un
concepto mucho más drástico de la igualdad: todos han de ser iguales, nadie
puede ser distinto. Y como es imposible, valga el símil, hacer más altos a los
bajitos, la igualdad de la izquierda consiste en igualar por abajo.
Vemos así como, aplicando a la larga
el concepto de la derecha, la cosa tenderá a ir mejorando; mientras que
aplicando el concepto de la izquierda, la cosa no hará sino empeorar. Trasladando
esto al mundo de las becas, la izquierda aplica el sistema de becas para todos, sin importar el
rendimiento académico de los beneficiarios (al fin y al cabo, como dijo
aquélla, el dinero público no es de nadie); la derecha, en cambio, establece
unos requisitos mínimos que deben ser alcanzados si se desea seguir disfrutando
de esa ayuda a la formación.
Cuando el ministro Wert implantó el
sistema de becas por remidimiento, todo el progretariado
se le echó encima bramando contra ese elitismo
de la derecha (no recuerdo si se empleó ese término, pero conociendo la escasez
retórica de la izmierda española, no
me extrañaría lo más mínimo). Ahora, el Supremo, tan criticable y tan criticado
en tantas otras cosas, ha avalado el sistema de Wert.
Como en el caso de la privatización de la gestión sanitaria en la comunidad autónoma de Madrid, ha quedado demostrado
que izquierda y demagogia (recuérdese, aquello que consiste en decir cosas que
se sabe que son falsas a gente que se sabe que es idiota) van de la mano en
esta piel de toro.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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