La manera de asegurarse que se cumpla
la Ley no consiste tanto, creo yo, en penas de privación de libertad; no, al
menos, en el caso de los poderosos o pudientes. Con triquiñuelas legales y las
pamemas del paternalista sistema penal español, se librarán de cumplir la pena,
total o parcialmente (y, si no, que se lo digan a los terroristas, violadores,
asesinos y demás beneficiados de la anulación de la Doctrina Parot).
No, la manera de asegurarse de que no
volverán a delinquir es darles donde más les duele. En el bolsillo. Esto es
especialmente cierto en el caso de los catalanes, los agarraos por antonomasia de la piel de toro. Tanto lo son, que
hasta para sus proclamas secesionistas hacen alusión, sobre todo, al vil metal
(recordemos el España nos roba, frente
al que palidencen las sandeces de ser una nación milenaria o que prácticamente
todo el mundo mundial, de Adán en adelante, era catalán, o al menos tenía un
pariente en Mollerusa o en Casteldefells (que no sé en qué parte de Cataluña
caen exactamente, pero que son los dos primeros nombres que me han venido a la
cabeza al escribir esta entrada).
A lo que iba. Un alcalde secesionista
ha sido condenado a pagar, de su bolsillo (ahí sí que duele), mil quinientos
euros por haber colgado la estrellada.
No es que sea mucho, pero todo es empezar.
A ver si se estrella de verdad, el
desgraciado.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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