Cuando leí la noticia de que habían quemado una gran bandera estrellada que colgaba del campanario de una iglesia (catalana, naturalmente, y además con el permiso e incluso las bendiciones del párroco, que vueleve a demostrar que la iglesia católica tiene poco de tal, etimológicamente hablando, en Cataluña), pensé que no estaba
nada mal que esa panda de delinquidores intolerantes recibiesen una reacción de
su propia medicina.
No sé qué reacciones hayan podido producirse por
parte del rebaño secesionista, aunque puedo imaginármelas fácilmente. A buen
seguro, dirán que ha sido una acción de extremistas, de gente intolerante con
los símbolos de un pueblo que no toleran otra opinión que la propia. Puesto que
eso es, en general, lo que los que nos sentimos españoles decimos de ellos
cuando queman banderas españolas o fotos del rey, o cuando silban el himno de
España, les diré lo mismo que dicen ellos cuando se les afea su conducta.
Es la libertad de expresión, majetes.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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