Si las cosas estuvieran ocurriendo en otro país,
sería para tener lástima a dicho país. Pero las cosas ocurren en España, y lo
que hay que hacer no es tenernos lástima, sino preocuparnos. Y mucho.
Así, por ejemplo, el recién llegado al cargo
alcalde de Cádiz resultó tener más asesores para su grupo que el partido más
votado (el Popular), que tiene el doble de concejales. Parece lógico que con
semejante despilfarro, y después de convertir los plenos municipales en un
auténtico caos (qué se puede esperar de alguien que nunca ha dado un palo al
agua laboralmente hablando), su anuncio estrella en el mes de Agosto haya sido…
la bancarrota del municipio.
Fiel a la demagogia populista que impregna toda la
actuación (y nunca mejor empleada la palabra) de los neocom, ha afirmado que dejará la deuda en manos ciudadanas a través de un jurado popular elegido por sorteo entre los interesados. Aunque,
eso sí, en un más que curioso revival
del despotismo ilustrado (iletrado,
más bien, tratándose de estos pelanas) y su todo
para el pueblo, pero sin el pueblo, al final será el consistorio el que tendrá la última palabra.
Recuerdo lo que me enervaba que me preguntaran mi
opinión sobre algo para luego no hacerme ni pito caso. ¿Para qué me
preguntaban, entonces?
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
La Junta de Andalucía, además de confirmar que las deudas deben pagarse, descartó incluso estudiar el concurso que quería impulsar el alcalde de Cádiz para elegir a unos ciudadanos que formarían parte del "jurado" que analizaría la deuda gaditana. Y lo dijo de este modo: "Para nada es el modelo de la Junta que una especie de asamblea popular sea la que se decide si se paga o no".
Pa' mear y no echar gota, vamos.
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