Con este volumen entro en la parte de los Cantos de Hyperion que no había leído (hasta ahora, claro). La acción pega un salto de tres siglos, y apenas queda ninguno de los personajes de las dos primeras obras. Es más, tampoco sabemos qué ha pasado con los desaparecidos.
En cuanto a la técnica, Simmons vuelve a ser original, y esta vez sin homenajes (que yo sepa). La trama se desarrolla en dos líneas convergentes, la que sigue a los protagonistas (los buenos, para entendernos), contada en pasado y en primera persona por el personaje que da título a la obra –desde un lugar al que no se nos explica cómo llegó ni cómo es que podemos estar leyendo su historia-, y la que contempla a sus perseguidores, narrada en presente y tercera persona. Por otra parte, visitamos bastantes escenarios, algunos ya conocidos y otros de los que sólo sabíamos de oídas.
Hay algunos golpes de efecto, algunas sorpresas, podríamos decir. Tres siglos después de su (teórica) desactivación, los portales teleyectores siguen funcionando (según para quién); el Alcaudón ahora juega en el bando de los ángeles, o eso parece, porque no suelta prenda; la Iglesia católica (una Iglesia católica, habría que decir, porque la que aparece es casi una caricatura realizada por alguien que no parece tenerla demasiada simpatía, y menos a la de la época en que se escribió la obra) son los malos malísimos, aunque (se verá en la cuarta y última parte, pero aquí ya se llega a atisbar algo) quizá haya atenuantes, y además algunos cristianos son de los personajes más honorables de toda la saga (me recuerda, en cierto modo, a Philomena: la Iglesia católica como institución es de lo peor, pero los católicos son gente excelente); finalmente, al final me queda un cierto regusto a Terminator… y hasta aquí puedo leer.
Finalmente, hay errores en la edición, empezando por la traducción. Aunque el español es excelente al 99%, algunos deslices (altoparlante, hamacar…) me permiten conjeturar que lo ha traducido un argentino.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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