Cuando,
hace años, leí la trilogía de La materia oscura, iba con cierta prevención porque había leído que era una crítica o
un ataque a la religión (cristiana, ¿cuál si no? Los progres, en general, no
tienen redaños para criticar el islamismo). Cuando acabé el tercer libro, la
conclusión que saqué es que toda la crítica se reducía a Buuuu… Dios no existe… es todo una patraña…
Algo
parecido me ha sucedido con esta novela (y, en general, con las dos últimas
novelas de los Cantos). El mensaje
que extraigo es la Iglesia es muy mala,
especialmente el Opus Dei (es cuestión de tiempo que en algo que busca
denigrar a la Iglesia Católica aparezca el Opus, ¿verdad, Dan Brown?), pero los cristianos son buenos en general,
aunque tontos, mu tontos.
Por
otra parte, no diré, como dijo el pariente que me prestó años ha los dos
primeros volúmenes de los Cantos, que
esta segunda parte es un desparrame. Sí creo que Simmons, con una ambiciosa
intención digna de elogio, intenta tocar muchos palos que exceden a la ciencia ficción
monda y lironda, aproximándose –quizá- a la serie de las Odiseas de Clarke… pero quedándose en el camino porque, desde mi
punto de vista, ni alcanza a rematar la cosa, ni es demasiado original, ni
acaba de aclarar qué son esos leones y
tigres y osos de los que todos hablan pero a los que nadie ha visto.
Finalmente,
me queda la duda de cuánto estaba previsto desde un principio y cuánto es
improvisación, en relación a acabar atando (casi) todos los cabos que habían
quedado sueltos. Añadir que Simmons resulta ser un moñas, al darnos –tras unos
cuantos sobresaltos- un final feliz… que no es realmente el final. Pero para
saber de qué hablo hay que leer el libro…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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