Hace un par de días decía que Núñez Feijoo es el mal menor dentro de la política gallega. Lo es porque, aunque su gestión tiene un aspecto bueno –el económico, supongo; tampoco es que siga demasiado el día a día de Finisterre y sus alrededores-, comparte el deleznable del resto de fuerzas políticas de la región en el aspecto idiomático.
Me refiero, por supuesto, a la inmersión lingüística. A esa ideología que consiste en imponer el gallego en todos los órdenes de la vida, desterrando a la única lengua que, por disposición constitucional, todos los españoles tienen el deber de conocer y el derecho a utilizar. De acuerdo que hablando sólo gallego es bastante probable que puedas entenderte con los portugueses y, de rebote, con brasileños, angoleños, mozambiqueños, guineanos y habitantes de Macao, con lo que llegarás (bastante) más lejos que hablando sólo catalán. Pero de ahí a poner carteles en los colegios diciendo Habla gallego, no seas lelo va un abismo.
Otra muestra de miopía ombliguista se ha dado en Aragón, donde el gobierno regional socialista ha establecido el aragonés como lengua vehicular en educación infantil en varias comarcas. Salvo que los niños piensen estudiar filología maña, no les veo yo muchas salidas en su educación superior, la verdad…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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