Suele
decirse que a los presidentes del Gobierno de España tras la muerte del general
Franco les afecta el llamado síndrome de
la Moncloa, por el que el citado palacio ejerce una suerte de maléfico
embrujo sobre la persona de su ocupante principal, embrujo que le induce a
creerse infalible e indispensable.
Visto
lo visto, quizá habría que ir pensando en acuñar el término síndrome de la Cibeles, que nada tiene
que ver con la fuente a la que los aficionados merengues acuden cuando de
celebrar un título de su equipo se trata y sí mucho con el palacio cuya fachada
a esa plaza y que actualmente es la sede del consistorio de la Villa y Corte.
La
primera persona a la que la dolencia parece haber afectado es la actual primera
edil (primera edila dirían los
progres encabezados por la Bibi)
madrileña, a tenor de lo que cuenta en su libro de memorias. Claro que, vistas
(y oídas) las sandeces que ha venido diciendo hasta este momento, tampoco es
que hubiera demasiado sentido común e inteligencia que echar a perder, la verdad.
Repasemos.
Dice esto:
Me pesó que Aguirre se presentara. Me sentí responsable. Tenía que tratar de romper el engranaje sombrío y gris de una gestión conservadora y poner fin a innumerables casos de corrupción.
Es
decir, esta señora se considera poco menos que el ombligo del mundo. No queda
del todo claro si cree que era responsable de que Esperanza Aguirre se
presentara, o se creía la única capaz de evitar que tras ser ministra,
presidente del Senado y presidente de comunidad autónoma, fuera también
alcaldesa.
También
dice que durante la campaña tuvo muchas
diferencias de enfoque con Rita Maestre (…) una joven activista maravillosa, que muy bien podría haber sido la
candidata a la alcaldía (que Dios nos pillara confesados) si ella no hubiera asumido el reto. Igualmente, se muestra sorprendida por la buena acogida que
tuvo su campaña por los barrios, en la que trató
de alejarse de los mítines políticos porque le recuerdan a los sermones dados por curas sectarios. Tampoco
queda claro si los que se libran son los curas no sectarios (suponiendo que una
sectaria como doña Rojelia contemple
su existencia) o los sectarios no curas (como ella). Probablemente sea lo
segundo.
Finalmente,
señala a Aguirre y dice:
La parte más ingrata de la campaña fueron los ataques personales y sin piedad de Aguirre, la arrogante candidata del PP, en los debates en televisión, que inclinaron la balanza en mi favor.
Se
ve que cuando Sebastián fue candidato a la alcaldía, el sacar (presuntos)
trapos sucios del candidato popular (por el que tampoco es que yo sienta la
mayor simpatía) fue el colmo de la elegancia y el fair play. En cuanto a lo de inclinar
la balanza en su favor, si el quedar segundo es eso, pues nada, para ella
la perra gorda.
Anda
que…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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